El jardín del Baluarte, la muralla y el Portal de Santa Madrona
Cuando en 1854 empezó el derribo de las murallas que rodeaban la ciudad de Barcelona, sólo se preservó un tramo: la muralla medieval de los Astilleros Reales, el Portal de Santa Madrona y el Baluarte de los Astilleros. Como en aquel entonces el conjunto era todavía una instalación militar, este tramo de fortificación era intocable, afortunadamente para la ciudad. La sección de muralla de los siglos XIV-XV es el único paño que queda, con dos torres del siglo XIII incluidas. También forma parte el Portal de Santa Madrona, único testigo de las puertas de la ciudad, que cada noche protegían a los barceloneses. También es único el Baluarte de los Astilleros (medio baluarte, en realidad), una estructura defensiva del siglo XVII pensada para la guerra moderna, resistente a la artillería y a la vez preparada para ser una fortificación de fácil defensa.
Acabada su función militar, el conjunto de muralla y baluarte se ha convertido en un espacio ajardinado visitable, un rincón secreto de la ciudad, donde es posible pasear con la sensación de trasladarse unos siglos atrás. Este jardín y el portal se abren al público, el primer y el tercer domingo de cada mes (excepto agosto).
El jardín del museo
Entre 1802 y 1936, los Astilleros Reales de Barcelona hicieron la función de parque y maestranza de artillería. Dentro de las naves medievales y modernas había talleres, fundiciones, almacenes, etc., y en los edificios anejos había principalmente cuarteles. El lugar donde ahora se encuentra el jardín del museo estaba ocupado por unos edificios externos dedicados a laboratorio y a trabajos relativamente peligrosos; por eso quedaban fuera del conjunto y en la parte de atrás. Cuando se inició la recuperación de los Astilleros Reales en verano de 1936, se derrumbaron aquellos edificios y el espacio resultante se urbanizó y ajardinó.
Con los años, se plantaron árboles, se hizo una balsa y se fue domesticando el espacio, hasta que en los años noventa este rincón quedó abierto al público como un jardín más de la ciudad. Más tarde, con la construcción del restaurante, la cafetería y el acceso al museo; y con la ubicación de piezas de gran volumen como el puente de mando del Sayremar Uno o una grúa del puerto, el jardín se ha convertido en un espacio delicioso y acogedor. En él se realizan diversas actividades (especialmente en primavera y verano) y los fines de semana, se llena de público, ya que se trata de uno de los espacios “especiales” del museo.
MAUSOLEO ROMANO
Durante la intervención arqueológica realizada en las naves de poniente de las Drassanes Reials entre los años 2010 y 2012, salió a la luz una zona ocupasa por una necrópolis romana fechada entre los siglos I y IV dC. De este hallazgo, se decidió incorporar al discurso museográfico del MMB una estructura funeraria rectangular identificada como mausoleo y conservada in situ.
La estructura del mausoleo que encontraréis en vuestra visita a las naves del MMB es de planta rectangular y de 2,1m por 2,6m, aproximádamente. La construcción está realizada en piedra de Montjuïc (gres) y, en el suelo interior, se pueden observar los recortes donde estaban depositadas varias urnas.
El yacimiento arqueológico estaría vinculado a una vía marítima de entrada a Barcino. Se identificaron tanto inhumaciones, hasta 19, como incineraciones, 11 urvas y 3 estructuras cinerarias. En el interior del mausoleo se encontraron dos urnas de cristal con restos de cremación y varios elementos de marfil, madera y hierro que han sido identificados como pertenecientes a un lecho funerario (lectus funebris).
Las fuentes clásicas nos hablan de este tipo de lechos como elemento de prestigio, señalando el estatus del difunto según el material utilizado en la construcción. La tradición del lecho funerario, que viene de Oriente, la encontramos ya en Egipto y Grecia, y en la península Itálica empieza a extenderse con la civilización etrusca. La mayoría de los restos documentados van desde el siglo III aC hasta el siglo II dC, momento en el que empieza a imponerse el ritual de inhumación al de incineración. En Italia, especialmente alrededor de Roma, es donde se han conservado más restos, pero hay también en otras partes del imperio como Britania e Hispania. Por lo que respecta a Hispania, se han documentado restos en la Tarraconensis, la Bética y la Lusitania.
Este hallazgo singular, por la poca presencia de restos arqueológicos de este tipo de ritual en la península Ibérica, nos muestra la extraordinaria historia del recinto de las Drassanes Reials de Barcelona, memoria viva de la ciudad.